Un caso: Impresiones-heridas
Comentarios con enfoque de Justicia Terapéutica
Inés Villemur*
Claudio Edelstein**
Saul Flores***
I. Introducción [arriba]
La Justicia Terapéutica (TJ) es una perspectiva alternativa que busca el acercamiento del sistema legal humanizándolo, preocupándose por las personas cuando deben enfrentar problemas, tanto dentro del ámbito de la justicia como fuera de él (Wexler, 1999), y propone, entre otros objetivos, que el sujeto bajo determinada intervención reciba un tratamiento interdisciplinario mediante la aplicación de los aportes de otras ciencias; en palabras de su creador:
“una de las cosas que trata de hacer, es observar con cuidado la literatura prometedora de la psicología, la psiquiatría, las ciencias (clínicas) del comportamiento, la criminología y el trabajo social para ver si estos conocimientos pueden incorporarse o introducirse en el sistema legal” (Wexler, 1999, p. 5).
En consecuencia, insta a que se apliquen las herramientas de las diferentes ciencias para lograr cambios notorios que resulten positivos y que promuevan el bienestar de los individuos y de la ciudadanía en general (Wesler y Winick, 2003). La TJ estudia el papel que ejerce la ley, desde el punto de vista de la práctica, incorporando, además, el contexto social, para centrarse en “el impacto de la ley en el espectro emocional y en el bienestar psicológico de las personas” (Wexler, 1999, p.1).
Es importante destacar que TJ nace en el área de la salud mental, en el Simposio sobre Leyes de la Discapacidad (Wexler, 1999); se trata de un modelo completamente interdisciplinario con su punto de partida en el derecho de la salud mental. Todo esto nos lleva a pensar que esta propuesta es válida a la hora de plantear la situación de personas que sufren los efectos traumáticos en diferentes catástrofes sociales, como la guerra.
Esta presentación tiene la intención de exponer algunas nociones sobre los sufrimientos de algunos sobrevivientes de la Guerra de Malvinas y vincularlas con algunas cuestiones que puedan orientar estos interrogantes y articulaciones entre lo individual y lo social, sin pretender encorsetarse en una concepción teórica específica. En definitiva, tratamos de explorar las consecuencias que provoca una situación de caos contextual para reflexionar en cómo puede aplicarse la T.J. en la resolución de aquellos problemas que la guerra ocasionó en las víctimas directas, inmersos en una sociedad que necesita también superar esa crisis.
El acontecer de eventos como la Guerra de Malvinas, ha generado nuevos desafíos y dificultades, sobre todo en vistas de su representación. En Argentina el término Malvinas permite reflejar diversos significados. Se puede distinguir una primera referencia primigenia a un archipiélago situado en el Océano Atlántico Sur, en la plataforma continental de América del Sur, configurada por islas principales y por más de 200 islas menores e islotes. Según el Instituto Nacional Geográfico de la República Argentina (IGN):
Las islas emergen de la Plataforma Continental Argentina, que tiene allí una profundidad promedio de 180 metros y están íntimamente vinculadas a la meseta patagónica, pues forman parte del denominado arco hercínico de las provincias de Chubut y Santa Cruz, el cual se hunde en el Atlántico y reaparece en las islas Malvinas luego de continuar por la Plataforma Continental (Instituto Nacional Geográfico de la República Argentina).
Si nos detenemos en la búsqueda por delimitar a Malvinas como referente de una causa de soberanía nacional, la vislumbraremos como un componente esencial en la construcción de la identidad argentina. Vemos así que una aseveración de los derechos territoriales asiste a la Argentina en Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y en los espacios marítimos circundantes, como parte integrante del territorio nacional argentino. Enmarcándonos en este contexto, es necesario destacar que el 3 enero de 1833 Gran Bretaña las ocupó por la fuerza, produciéndose su usurpación.
En este sentido, su simbolismo supera la forma del archipiélago e integra una pieza central en la socialización del sujeto nacional. La Nación Argentina mantiene su reclamo diplomático sobre la soberanía de las islas durante más de 180 años de lucha (Guber, 2004). Por último, teniendo en cuenta los sucesos del 2 de abril de 1982, da lugar a su tercera connotación, cuando “una fuerza militar argentina de 500 efectivos (ejército, marina y aviación) tomó posesión con el objetivo de recobrar un territorio que según la historia de nuestro país había sido arrebatado 149 años atrás” (Terragno, 2002). La Guerra de Malvinas, fue la única guerra internacional que involucró a conscriptos civiles entre 18 y 20 años de edad, que cumplían el Servicio Militar Obligatorio (instaurado por el Estado Federal en 1901)[1] y que eran “oriundos de todas las provincias argentinas, d sitios desapacibles, zonas metropolitanas, familias de obreros, comerciantes, profesionales, peones rurales, de distinta ascendencia: indígena, europea, asiática, criolla, latinoamericana” (Guber, 2004, p. 13).
Entre el 14 y 16 de junio de ese año, una serie de comunicados del Estado Mayor Conjunto anunciaban un cese al fuego de las operaciones en el Atlántico Sur. En el terreno jurídico internacional, todo ello implicó anular la posibilidad de recuperar el archipiélago por vías diplomáticas y el descrédito político y militar de las Fuerzas Armadas tanto para el mundo como para la sociedad (Terragno, 2002).
Es necesario destacar que la consecuencia fue el retiro del régimen militar del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, instaurado en 1976, y el llamado a elecciones, hasta entonces no previstas, para octubre del año siguiente. Sin embargo, la impopularidad de las Fuerzas Armadas Argentinas se debió, además de a la derrota bélica, a la profundización de la crisis económica y financiera, a la demanda por el destino de 30 000 detenidos desaparecidos de la vía pública, de sus hogares, de sus empleos, por acciones de personas pertenecientes a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, debido al efecto del secuestro ilegal y detención en campos clandestinos de concentración. A partir de 1977 se entendió como “desaparecido” a esta presencia/ausencia conocida mundialmente, todo lo cual hablaba de un terrorismo de Estado (Guber, 2009).
II. Sobre la Guerra como efecto de la civilización [arriba]
La guerra disloca las imágenes armoniosas propuestas por la idea de civilización. Hay una relación nunca resuelta entre el concepto de civilización que despliega una nueva visión del mundo (Benveniste, 1974) e implica un progreso en la razón (Guizot, 1928). El historiador Starobinski refiere que lo singularmente moderno es:
la “yuxtaposición, el contraste y la disonancia de su presencia simultánea, el conflicto y la contradicción” (Starobinski, 1991, p. 8) referidos al presente y al pasado. Acaso la determinación de Kundera se torne representativa de la modernidad como “aliada de sus propios sepultureros” que en pro del modelo ideal se halla aquello mismo que se quiere sepultar en el olvido (Kundera, 1990, p.16).
Este contraste y las disarmonías pueden ser pensadas, en la acepción de Michel Foucault, como requerimientos de modos de vida impuestos por una práctica, las cuales van componiendo la cultura en tanto tal sobre la base de causalidades complejas. Como muestra Laurent, “las transformaciones de los ideales de la razón en disciplinas prácticas, se verifica en todas las crisis de la civilización y especialmente en las guerras” (Laurent, 2015, p. 337).
Las guerras cambian sus investiduras a través del paso del tiempo; sin embargo, han sido hechas con frecuencia en nombre de las más altas exigencias de la felicidad, la justicia y el progreso, del saber científico y técnico, y acompañadas de un discurso dado en función del periodo en el cual aparecen; dado que no tienen disertación propia, necesitan de una organización social, un nombre y un lugar (Brousse, 2015). No obstante, el vínculo entre civilización y guerra resulta complicado, debido a que, como expresa Laurent, “se subvierte la ilusión según la cual se podría reducir la civilización al solo régimen de la ley” (Laurent, 2015, p. 360); las fronteras entre el bien y el mal se difuminan y, como señala Agamben (1999), el estado de excepción coincide con la regla y confunde el ordenamiento de las relaciones sociales porque nada se capta dentro de la misma lógica que antes (Briole, 2017).
A esto se unen otras propiedades de la guerra que se traducen en decisiones apoyadas en diversidad de circunstancias, multiplicidad de determinaciones que no estallan súbitamente, debido a que se “pactan”, se declaran, se define al rival recurriendo a símbolos y convenciones, acuerdos, tratados, treguas. En este juego de posibilidades y probabilidades se compromete siempre a las personas (Castro, 2010), en vistas de que estas tienen como condición de eventualidad la sujeción estructural al orden simbólico. El general israelí Matan Vilmaï señala que hacer avanzar a los seres humanos a la batalla, hacia la probable muerte, implica que la persona vaya en contra de las respuestas naturales del ser vivo; cualquier otra especie de animales saldría corriendo (Lanzmann, 1994).
Brousse explica que el lazo simbólico de la guerra se encuentra también:
“en el compromiso de todos los saberes al constituir un terreno privilegiado para el avance de la ciencia: matemática, física, química astronomía, geografía, cirugía, medicina, ciencias humanas, lingüística, informática, juegos de videos, arquitectura, filosofía, psicología, es decir, no hay un solo saber que no sea movilizado y desarrollado en y para la guerra” (Brousse, 2015, p. 221).
En relación con lo anterior, la guerra utiliza como recurso los dos polos que organizan la dimensión de lo imaginario: el ordenamiento de la vinculación con los miembros del grupo propio, la identificación horizontal indispensable para el buen funcionamiento de una tropa o de una compañía, y, simultáneamente, el odio que conviene conservar para los de enfrente, rivalidad agresiva, alimentada a través del rol de la publicidad y la incitación a la destrucción del otro y sirviéndose no de la función del contenido sino del impacto que puede provocar la voz y la imagen como instrumento de la misma (Brousse, 2015). También supone, como todo acto cultural de la actividad humana (Keegan, 1995), la veneración rendida a los muertos, cuerpos alineados en espera de sepultura, cementerios con pequeñas cruces en medio de jardines, como forma de unión del cuerpo bajo el nombre, ideales heterogéneos del tipo de lazo social dominante. Sin embargo, la guerra presenta un desvío en la orientación de la civilización o bien constituye su costado oscuro, porque en ella se opera una transformación esencial bajo la forma de una destrucción sistematizada, metódica (Ratier, 2015); vale decir que la ruina es la esencia misma, su causa y consecuencia e involucra situaciones extremas. Este último aspecto, permite entender que lo simbólico es un medio porque la finalidad es dada a partir de la importancia esencial que toman estas acciones sobre las personas, las familias y las sociedades. La conmoción en las subjetividades, las dificultades e imposibilidades de transmisión de las experiencias de espanto, en ocasiones, genera alteraciones de la herencia transgeneracional; los efectos son a largo plazo y, por tanto, el desafío es volver narrable la experiencia y reparar algo del legado entre generaciones (Viñar, 2008).
III. Sobre lo traumático como forma de organización de la vida [arriba]
Considerando que la sociedad se crea a partir de una norma fundamental que rige para todos, pacto social, bajo condiciones de acuerdo mutuo, la dictadura militar que gobernaba en el país estaba fuera de los límites de esa ley, es decir, del Estado democrático y del derecho. En ese sentido, el suceso de la Guerra de Malvinas ha sido puntualizado por el historiador Lorenz como un acontecimiento complejo, dado por la ilegitimidad del gobierno de entonces y por la vasta contribución ciudadana y de mayor consenso que había producido la dictadura militar (Lorenz, 2011). Así, muchas personas de la sociedad argentina apoyaron una ilusión restitutiva de patriotismo, pero luego sintieron que ese honor había sido lesionado. Como señala Tozzi: “La decisión de recuperar las Islas estaba destinada al fracaso, y no por la superioridad del enemigo sino por lo pequeño del objetivo: salvar el prestigio de las Fuerzas Armadas” (Tozzi, 2006, p. 83). Aquí también es necesario matizar este punto con la pregunta de Ritvo: “¿Cómo explicar que, salvo una minoría, la mayor parte de los intelectuales, todas las clases y todos los sectores, entraron en un clima de fervor patrio de intensidad pánica?” (Ritvo, 2012, p. 1). Estas líneas grafican la forma en que cada una de estas posiciones dilemáticas dan lugar a distintos discursos, diversas memorias, relatos desencontrados que ocasionalmente dialogan hasta donde la rigidez les permite (Vázquez, 2010).
La investigadora Verónica Tozzi, en un texto respecto de Malvinas, advierte lúcidamente sobre la dicotomía reinante, explicando que, si bien mientras que los combatientes permanecieron “bajo bandera” fueron investidos como los custodios de la Nación, después de encontrarse con la derrota, recibieron diferentes denominaciones estigmatizantes.
Este cuestionamiento a las oposiciones binarias habilita a que se impulsen entrecruzamientos desde otra perspectiva e insta a una mayor reflexión discursiva al problematizar sobre los efectos. Es justamente Tozzi quien invita a pensar en esta temática: “en el plano legal e institucional, implican la obligación estatal de proveer los recursos para la reparación, tratamiento médico, reinserción social, “chicos” o “ex-soldados” resultan demasiado abarcadores y no dan cuenta de la especificidad de la experiencia bélica, y “veteranos” se dirige a evitar su igualación con los militares de carrera apostados en Malvinas” (Tozzi, 2009, p. 8).
Se recupera otra perspectiva adentrándonos en la forma en la que se generan acciones de revalorización llevadas a cabo por los sobrevivientes con las que buscaron romper con ese presupuesto, con esa condición que se les atribuía denotando carencias, alzando su propia voz. Comienzan produciendo un movimiento que tiene enorme influencia en su búsqueda de la conformación de diferentes organizaciones y asociaciones de carácter local, regional, provincial y nacional, actos conmemorativos, declaraciones públicas, fundadas en reivindicaciones respecto de la particular asistencia a los exsoldados y construyendo urdimbres de redes de gestión de ayuda mutua.
En palabras de Guber, “los derechos conseguidos fueron producto de sus reclamos, lucha y trabajo. Los ex-combatientes se definían a sí mismos como jóvenes, no como menores, ni como víctimas. Decidieron tener un lugar desde las demandas sociales y políticas, no desde la necesidad y la humildad” (Guber, 2009, p. 139).
La experiencia de la guerra, atribuye jerarquía a este grupo porque su reclamo hacia el Estado tiene su origen en una coacción, suscitando una evidente responsabilidad hacia aquellos a quienes se les pidió sacrificio; precisamente afirma Guber que “la guerra constituye en efecto, la donación máxima de un familiar y la expresión más evidente de la desigualdad implícita en esta reciprocidad supuestamente igualitaria entre el Estado y la Sociedad” (Guber, 2009, p. 2). Enmarcándonos en esta relación dilemática, Moty Benyakar, pone el foco en torno a la cuestión Malvinas:
El caso de los combatientes de Malvinas muestra lo que pasa cuando la sociedad no se hace cargo de quienes sobrellevaron un evento disruptivo. La sociedad argentina, quizá por las situaciones históricas y sociales que atravesó, no fue capaz de absorber a esas personas que habían ido a luchar por la patria. Cuando la sociedad no reconoce el dolor de una persona que arriesgó su vida, sea combatiente o damnificado por un desastre, ese dolor puede llevar al suicidio. Y este reconocimiento no puede limitarse a una fórmula, “pobres, lo que les pasó…”, sino que exige políticas activas de reinserción (Benyakar, 2006).
La guerra es siempre trágica y esto significa que no podemos clausurar su enigma buscando una versión definitiva de la paz formal (Barros, 2012) porque, en la base de la conflictiva, está el olvido, tan activo como la memoria, presente no solamente por falta de representación sino, también, por la imposición de una representación clausurante y redentora que la historiadora Tozzi (2006) denomina limbo mnémico , como forma de rubricar la sombra mnémica, lugar en el que la víctima se halla aplastada por los estereotipos con los que los otros han logrado archivar su historia. Estas reflexiones nos llevan a pensar que el campo de la guerra inaugura el espacio biopolítico de la excepción, puesto que, en el totalitarismo, las personas pierden el estatus jurídico, mientras que los estados democráticos proveen una protección y sentimiento de pertenencia a un conjunto como transformación (Traverso, 2001).
El acontecimiento Malvinas es algo que no podemos terminar de apropiarnos como resuelto; pervive para que la totalidad no se cierre en sí misma como absoluta, muchas veces mancomunada en función de la exclusión o el ocultamiento de un otro (Cragnilini, 2007). Si bien puede ser abordado históricamente desde distintas interpretaciones, sin embargo, está abierto y sigue invocando su presencia desde una ausencia en el sentido que el filósofo francés Jean-Luc Nancy daba a Auschwitzl: “ha habido una posguerra, pero no hay un pos Auschwitz” (Nancy, 2006, p. 13).
En esta línea, Walter Benjamin hace referencia a la importancia de una práctica ética, en términos de memoria redencional, hacia quienes estuvieron allí en nombre de todos. Asimismo, el pensador Adorno plantea con el holocausto judío un cambio epistémico en relación al tema, al señalar que “hacer hablar al sufrimiento es la condición de toda la verdad […] hay que repensar todo a la luz de la barbarie, para que la barbarie no se repita”; así, le dio forma a esta perspectiva filosófica forjando un nuevo imperativo categórico (Adorno, 1998, p. 79). El deber de la memoria consiste, entonces, en tomar nota de la experiencia, convertir el acontecimiento en un símbolo de algo que ocurre en la vida y es el sufrimiento y reorientar el pensamiento y la acción para que no se repita.
Suele pasar que la memoria de los sujetos concretos, por un lado, abre heridas y complica todo, pues parte de la percepción parte desde los problemas a partir de los cuales piden respuesta, con sus fragilidades, sus capacidades físicas, mentales y sus responsabilidades; por otro lado, trae una nueva visión para el abordaje, dado que permite agregar al mapa contextos varios desde la multiplicidad (Puget, 2011). Para Levinas la comunicación interpersonal es la opción posible para captar al otro respetándolo en su diferencia y especificidad, en una actitud ética receptiva basada en el diálogo con el que cada individualidad se relaciona y reconoce como ser humano (Levinas, 1999). Este carácter de singularidad es lo que impide que la resolución de las dificultades pueda ser encerradas en un patrón, en un molde, porque aquello que ocurre en el modo del acontecimiento es “cada vez único”. De ahí se formula la otredad, como aquello que trata el reconocimiento del otro como diferente, con la riqueza de las diversas verdades, pertenencias y contradicciones, es decir, con las diversas historias de quienes fueron a la guerra, generando nuevas trazas personales resultantes del impacto subjetivo de las situaciones extremas sobre la persona (Deleuze, 1970).
IV. Sobre cómo circula lo traumático desde lo individual [arriba]
El carácter de lo vivido en situaciones de catástrofes sociales como la guerra, lleva a rememorar, olvidar y recuperar, a través de las narrativas; estas nos enfrentan a estados y sentimientos abrumadores y, por eso, no resulta simple enlazar experiencias del pasado y del presente desde la singularidad. La magnitud de los estímulos en estas vivencias de carácter masivo queda fuera del registro de lo expresable y algunos recuerdos desbordan las explicaciones secuenciadas temporalmente para integrar una diversidad mayor, adquiriendo en la vida del sujeto una cualidad diferente. Por este motivo, la misión de trazar una situación individual puede parecer algo esquemático o bien originar generalizaciones que terminen quitando consistencia, pero es un punto de partida.
Una vida, un recorrido: semblanzas de la Guerra 39 años después.
Tiempo del acontecimiento: el 2 de abril de 1982
Mario es una persona de 56 años y combatiente en Malvinas. Más precisamente, era un conscripto que debió ir a la guerra. Tenía una cicatriz, una marca particular, regular y muy larga en el brazo. Comenta que, estando en Malvinas, hubo un bombardeo a cien metros del puesto en el que hacía guardias por la noche; si bien un compañero grita avisando, este igualmente le provocó heridas en el brazo y roces de esquirlas en las piernas.
La noticia: Ese día había venido de trabajar, vio la cara de angustia de su madre y, mientras almorzaban, preguntó qué sucedía. Le avisó que lo habían llamado del cuartel, debía presentarse. A la mañana siguiente, mientras se va acercando al lugar, ve ahí a otros a otros compañeros que se habían ido en la primera baja. Comenzó a pensar que era algo serio. Le entregaron el armamento, le cortaron el cabello, le aplicaron una vacuna en la espalda y a las dos horas estaba vestido de combate. No se hallaba preparado, no sabía qué era la guerra, no había tenido la instrucción básica completa, ni lo elemental de tiro. Llega la orden de un General que iban a Malvinas. Tuvo tiempo de llamar a su hermano y le pidió que no le diga a su madre. Llegó a la isla el 15 de abril, el día del cumpleaños de su padre, a la una de la mañana. Las veces que escribió desde allí era tratando de llevar calma. Al principio pensó que volverían enseguida; todo era repentino y a la fuerza y no les hablaron de manera directa.
Después empezó la guerra por la supervivencia. La mayoría comían del basural, cada vez escaseaba más la alimentación y, como consecuencia, bajaron entre 13 y 14 kg cada uno. El oficial los trataba muy mal; a veces por hambre debían matar a alguna oveja, escondían sus partes para que no los descubriera. Cuando pasaba el oficial los estaqueaba y les decía que en el conflicto armado los iba a matar; todas las noches bombardeaban. Cuando cayeron prisioneros en la última batalla, los captores los trataban mejor que los jefes. Comieron mejor, estuvieron en un lugar, había calor.
Tiempo del regreso
Duelen los que no volvieron, la falta de reconocimiento y los que regresaron, pero aun así no pudieron soportar la marginación y la falta de contención con la que se encontraron; recayeron en adicciones o depresiones y, en el peor de los casos, optaron por quitarse la vida. La manera en que los ignoraron cuando llegaron fue un golpe mortal. No les dejaban acercarse a las personas que estaban esperando, los subieron a camiones. Llegaron a Buenos Aires de madrugada. Hasta las calderas estaban apagadas; no se habían bañado nunca. Los evaluaba el mismo hospital militar: “¿qué iban a decir de nosotros?”, “que estábamos bárbaro”. Hubo dos guerras, cuando fueron y cuando regresaron. Antes de volver a sus hogares les hicieron firmar que no podían hablar con nadie de lo que habían pasado. No podía dormir, se repetían las pesadillas. El interés de su familia por la historia era siempre la queja: por qué no hablaba de lo vivido.
Tiempo del presente
Hoy Mario está ubicado simultáneamente en dos circunstancias que no concuerdan en su vida: su pasado y su presente. Además de haber padecido las consecuencias de la guerra, es parte de un grupo de soldados que han sufrido torturas por parte de sus jefes. La demanda para ellos es importante porque tiene la ilusión de que se haga justicia con ellos. A pesar de haber pasado tantos años, todo sigue vigente. La adolescencia se borró. Regresó siendo otro. “Las cosas ya no son como antes. Nosotros ya quedamos pegados al recuerdo de la guerra; no se puede salir de esto”. Las secuelas de hoy son parte de la rutina de todos los días, son los recuerdos, las muertes de los compañeros, la situación en la que tuvieron que morir, el abandono. “Con nosotros siempre llegaron tarde, la ausencia de tratamientos médicos y psicológicos, y luego las leyes, una gran esperanza es que se haga justicia”.
En conclusión: vemos la fuerza y el impacto que tiene la presencia de las situaciones extremas de alto contenido traumático. Luego cada persona organiza un recorrido individual que intentará procesar, porque el individuo sabe que lo atravesado es de carácter disruptivo (Brousse, 2017).
V. Avances de una investigación que versa en Sobrevivientes de Malvinas [arriba]
Hemos tomado como referencia los resultados de una investigación que está en curso, respecto a “Falta de reinserción laboral y sintomatología en el Veterano de la Guerra de Malvinas” de la Especialización en Psicología Clínica de la Facultad de Ciencias Psicológicas John F. Kennedy (Edelstein, 2017).
Para la obtención de la muestra se tramitó la autorización en los Centros de Salud Mental Malvinas Argentinas. Se cuenta con el consentimiento informado. La muestra está constituida por 40 sujetos Veteranos de Guerra de Malvinas (VGM): pacientes o consultantes de esos centros mencionados. Se administra un cuestionario por parte del Profesional (Psiquiatra-Psicólogo/a) que tiene en tratamiento a ese paciente VGM, con quien tiene sintonía y cuenta con la historia clínica. En la actualidad no se registran trabajos de campo científico o académico con este tipo de muestras o instrumentos utilizados.
V.1 Análisis de datos
*Unidad de análisis
Veteranos de guerra de Malvinas. Conscriptos que fueron incorporados para ir y pelear en la guerra de Malvinas. Civiles antes de la Guerra, edad promedio 18 años, de diferentes provincias de argentina. No se consideró a personal militar de cuadro, es decir, quienes tenían estatuto militar antes de ir a Malvinas.
*Participantes
La muestra de este estudio está constituida por 40 personas cuyas edades oscilan entre los 53 y los 59 años.
* Sintomatología física
El porcentaje de VGM con algún tipo de sintomatología física como consecuencia de la guerra es del 87%. (Gráfico 1)

Gráfico 1: Porcentaje de ex-combatientes con algún tipo de sintomatología física como consecuencia de la guerra.
*Enfermedades crónicas causadas por falta de alimento

Cuadro 2: Porcentaje de ex-combatientes con algún tipo de enfermedades crónicas causadas por falta de alimento.
*Enfermedades causadas por exposición al frío.

Cuadro 3: Porcentaje de ex-combatientes con algún tipo de enfermedades causadas por exposición al frío.
* Sintomatología psíquica.
El porcentaje de excombatientes con algún tipo de sintomatología es del 98%.

Gráfico 4: Porcentaje de ex-combatientes con algún tipo de sintomatología psíquica como consecuencia de la guerra.
*Influencia de la condición de veterano de guerra de Malvinas en la búsqueda laboral

Gráfico 5.1: Ser VGM en la búsqueda laboral

Gráfico 5.2: Ser VGM en la búsqueda laboral.
La influencia de ser VGM en la búsqueda laboral es del 83%.
*Sobre la percepción de falta de reconocimiento.
-Reconocimiento por parte del estado

Telegrama enviado por las FFAA.
-Percepción de la reacción del estado inmediatamente después de la guerra.

Gráfico 6: Percepción de la reacción del estado inmediatamente después de la guerra.
-Reconocimiento por parte de la sociedad.

Gráfico 7.1: Percepción del reconocimiento por parte de la sociedad.
La percepción del reconocimiento por parte de la sociedad arroja el 74 % de negatividad, básicamente como falta de reconocimiento.

Gráfico 7. 2: Percepción de la reacción social desagregada.
-Percepción de la reacción familiar inmediatamente del regreso de la guerra.

Gráfico 7: Percepción de la reacción familiar inmediatamente del regreso de la guerra.
V.2 Resultados
La investigación presenta limitaciones a tener en cuenta a la hora de generalizar o de extender los resultados.
La guerra es un suceso que deja secuelas, genera daños irreversibles, físicos y psíquicos y sociales, tanto en las personas que participan directamente como en el grupo familiar. Así pues, la vida de los veteranos tiene un antes y un después en la salud y en su inserción social, y significó una carga emocional importante para quienes participaron en ella.
Serge Tisseron plantea en su libro Las imágenes psíquicas entre las generaciones que:
“los traumatismos no superados pueden alimentar prácticas creadoras de imágenes materiales en cada generación e imágenes psíquicas a través de las generaciones. Cada generación crea sus propias imágenes en el campo de las representaciones materiales y hace otro tanto en el de las representaciones psíquicas” (Tisseron, 1997, p. 14).
No obstante, se sabe que el daño causado depende de la intensidad de la experiencia, de las circunstancias vitales de cada persona y de su manera única de dar sentido a lo sucedido, sin que medie un determinismo externo de tipo automático que implique la presencia de lo traumático.
Se han observado las condiciones sociales, los recursos simbólicos y materiales, las relaciones familiares y sociales, siendo necesario reflexionar en torno a una articulación que brinde respuesta a los problemas de inserción laboral, así como la posibilidad de generar un espacio de participación y de transmisión de las experiencias. Erving Goffman, quien señala que el intercambio social permite tratar con “otros previstos”, los cuales autoriza prever en “qué categoría se halla y cuáles son sus atributos (identidad social), incluyendo los personales como la honestidad y estructurales como la ocupación” (Goffman, 2006:14), mientras que, cuando nos encontramos ante un extraño, “éste puede ser dueño de un atributo que lo vuelve diferente a los demás y lo convierte en alguien que se menosprecie”, (Goffman, 2006, p. 97). Designa como estigma “la situación del individuo inhabilitado para una plena aceptación social” (Goffman, 2005, p. 97), el cual puede ser motivo de un descrédito.
Con respecto a los VTM que buscaban trabajo y eran discriminados, incluso en el ámbito profesional, estos no revelaban que habían estado en Malvinas por temor a ser rechazados. El trabajo no es solo producción, es también tramitación de lo vivido y de la experiencia real, puesto en marcha desde una creación psíquica y cultural que exhibe al sujeto y al vínculo social, encaminado hacia un reconocimiento a manera de recompensa a partir del hacer, origen de la inclusión social, ya que posibilita instaurar relaciones interpersonales y es creador de condiciones sociales que están más allá del contexto familiar (Dejours, 2014).
VI. Algunos hallazgos y evidencias de interés [arriba]
En el presente apartado nos planteamos la identificación de algunos estudios de intervenciones con base en la evidencia científica que, de alguna manera, dan muestra del avance y los desafíos que se obtienen de desarrollar líneas de trabajo que involucran a los veteranos de guerra en Estados Unidos. De la evidencia científica seleccionada, destinada a estudiar las distintas realidades vivenciadas cotidianamente con el fin de mejorar las diferentes intervenciones formales e informales en los casos y situaciones que se analizaron, nos ha permitido reflexionar sobre aristas poco conocidas y de relevancia que ameritan continuar con estas líneas de trabajo a futuro. Es importante aclarar que dichas investigaciones se recomiendan como punto de partida y proporcionan la “disposición del terreno” a explorar.
VI.1 De las prevalecías e intervenciones para reducir disparidades en poblaciones vulnerables de veteranos de guerra (Kondo, 2017)
Este estudio se plantea explorar la existencia de disparidades en la utilización, estado de salud y atención médica para Veteranos pertenecientes a población vulnerable. Plantea que, si bien el acceso equitativo desarrollado por la Administración de Salud de Veteranos puede mitigar algunas disparidades relacionadas con el nivel socioeconómico, no interviene directamente en los factores sociodemográficos como, por ejemplo, la raza, el género, la etnia, la ubicación geográfica o el estado de salud mental. Más allá de que los organismos responsables hallan generado evidencias e informes que sirvan de insumos para un mejor planteamiento de estrategias y para la generación de políticas en beneficio de estos colectivos, todavía no queda claro la tasa de disparidad en salud y atención médica.
Se identificaron estudios en relación con las siguientes preguntas:
- Pregunta clave 1. ¿Para qué grupos/poblaciones de veteranos prevalecen las disparidades en la salud y la atención médica? (362 estudios)
Los estudios que examinaron la prevalencia de disparidades en los Veteranos de color fueron los más representados, seguidos de los estudios que examinaron las disparidades en las mujeres y en los Veteranos con una condición de salud mental (Kondo, 2017).
- Pregunta clave 2. ¿Cuáles son los efectos de las intervenciones implementadas dentro de la Administración de Salud de Veteranos (VHA) para reducir las disparidades en la salud? (64 estudios)
La mayor cantidad de estudios de intervención se diseñaron para mitigar las disparidades experimentadas por los Veteranos que viven en áreas rurales (13 estudios) y las experimentadas por Veteranos sin hogar o de bajos ingresos (12 estudios). Ningún estudio examinó las intervenciones diseñadas para abordar las disparidades relacionadas con la identidad LGBT (Kondo, 2017).
- Pregunta clave 3. ¿Cuáles son los proyectos de investigación diseñados para identificar o mitigar las disparidades de salud que actualmente financia la Oficina de Investigación y Desarrollo de la Administración de Veteranos? (40 estudios) (Kondo, 2017).
Los estudios que examinaron las disparidades raciales y étnicas fueron los más comunes, seguidos de los estudios dirigidos a los Veteranos que viven en áreas rurales y los estudios que examinan a las mujeres.
Este informe se basa en una investigación realizada por el Centro del Programa de Síntesis Basado en Evidencia (ESP) ubicado en VA Portland Health Care System, Portland, OR, financiado por el Departamento de Asuntos de Veteranos, Administración de Salud de Veteranos, Oficina de Investigación y Desarrollo, y Calidad Iniciativa de investigación de mejora.
VI.2 Lesión cerebral traumática (LCT)
En el 2017 la revista Brain Injury publica un artículo referido a los servicios de salud y rehabilitación en lesiones cerebrales traumáticas denominado “Health services and rehabilitación for active duty service members and veterano with mild TBI” en el cual se realiza una revisión de las actas de la Conferencia sobre servicios de salud que la Administración de Veteranos (EE.UU.) y el Departamento de Defensa (2015) brindan para facilitar la reintegración de los miembros en servicio activo de la guerra de Afganistán e Irak y de los veteranos que sufrieron una lesión cerebral traumática, poniendo énfasis en los que cuentan con conmoción cerebral denominada lesión traumática cerebral leve (LTCL), por ser esta la de mayor prevalencia en los últimos 15 años (Pogoda, 2017).
Los puntos analizados en dicha Conferencia son: a) lesión traumática cerebral leve y condiciones comórbidas, b) programa de rehabilitación vocacional de la Administración de Veteranos disponibles para los que cuentan con lesiones cerebrales traumáticas, c) aplicaciones actuales y emergentes de tecnología para ayudar a la rehabilitación de LCT y d) colaboración entre el Departamento de Defensa y la Administración de Veteranos que favorecen el avance en el diagnóstico, la comprensión y el tratamiento del lesión cerebral traumática leve (Pogoda, 2017).
Cabe recordar que Estados Unidos ha desplegado, desde el 2001, más de 2,7 millones de efectivos militares en Afganistán e Irak en apoyo a las Operaciones Liberata Duradera, Libertas Iraqui, Nuevo Amanecer y que, solo en el 2011, fueron diagnosticados casi 33.000 militares con LCT de los que un 83,5 % presentaban LCT leve, estimándose en USD 14 mil millones el costo proyectado de atención en las próximas dos décadas (Pogoda, 2017).
Este tipo de lesiones presenta secuelas duraderas y plantea el establecimiento de discapacidades a corto plazo con riesgos cognitivos y conductuales a largo plazo. Por ello, en 1991 se crea el “The Defense and Veterans Brain Injury Center” con la misión de integrar la atención, la investigación y la educación especializada en lesiones cerebrales traumáticas en el sistema de atención de salud de órbita militar (Pogoda, 2017).
VI.3 Enfermedades de la Guerra del Golfo
Como parte del programa de Síntesis de la Evidencia del “Department of Veterans Affairs - Veterans Health Administration” se realizó una revisión sistemática de las intervenciones terapéuticas para las enfermedades padecidas como consecuencia de la Guerra del Golfo con el objetivo de evaluar la efectividad y los daños, como así también identificar tratamientos potencialmente beneficiosos. Basados en 12 ensayos controlados aleatorizados que investigaron, cada uno, una intervención diferente.
Se encontró lo siguiente
La evidencia de fuerza moderada de la terapia cognitivo-conductual, el ejercicio y la combinación de estas dos intervenciones es asociada con mejoras en varios dominios de síntomas de enfermedades de la guerra del Golfo (Freeman, 2020)
Las siguientes intervenciones mejoraron uno o más resultados, aunque la evidencia es de fuerza baja.
- La reducción del stress basada en Mindfulness mejoro el dolor, el funcionamiento cognitivo, la fatiga, la depresión y el trastorno de estrés postraumático.
- Mind-body bridging es una intervención de atención plena y mejoró la fatiga, la depresión, el stress postraumático y el sueño, aunque no mejoró la salud física o mental general, el dolor o el funcionamiento cognitivo.
- La presión positiva continúa (PPC) en las vías respiratorias mejoro la salud física general, el dolor, el funcionamiento cognitivo, la fatiga, la salud mental y la calidad del sueño en veteranos con trastornos respiratorios del sueño (Freeman, 2020).
Si bien en esta revisión se encuentra variedad en la fuerza de la evidencia de las intervenciones, surge la importancia y relevancia que presentan sobre la Guerra del Golfo. Estas tres consideraciones de estudios realizados en EEUU, uno de los países con mayor participación en conflictos bélicos durante el último siglo, da cuenta del nivel de organización, involucramiento y articulación con los actores y sus consecuencias a corto, mediano y largo plazo (Freeman, 2020).
VII. Comentarios Finales [arriba]
En este trabajo se presentan algunas de las consecuencias antiterapéuticas que consideramos necesario resaltar y que fueron originadas en un contexto social e individual críticos, como es el que produce una catástrofe como una guerra, efectos negativos que no sólo se han visto reflejados en los mismos excombatientes sino, también en la realidad social en su conjunto.
Se sabe que este tipo de crisis nos pone a cada uno de los operados del sistema legal en una alerta de grado extremo. Al mismo tiempo, no podemos desconocer que el fenómeno de la complejidad que enfrenta al mundo todo, la pandemia del COVID es un buen ejemplo, nos coloca cada día en una realidad cada vez más variada y diversa. En la praxis diaria los profesionales nos enfrentamos a problemas múltiples como los que se destacan en este artículo. Sabemos que desde la formación especializada de cada espectro profesional singular no se puede ofrecer una respuesta integral, por lo cual advertimos sobre la necesidad de trasponer los límites disciplinarios buscando el auxilio de otras ciencias para poder concertar un ámbito de mayor amplitud y flexibilidad, a fin de responder con mayor efectividad a los problemas que envuelven a las personas destinatarias de la intervención, sea en el espacio judicial o fuera de él.
En varias oportunidades hemos visto cómo, cuando una persona sobreviviente de una situación extrema concurre a la justicia para resolver una cuestión, lo hace desde sus experiencias particulares y quien, en clave de temporalidad circular, ha introducido una novedad en su vida, conformando diversos antes y después del acontecimiento, ya que los modos de simbolización usuales quedan en suspenso por efecto del evento. No obstante, se incorporan elementos del presente, todo lo cual tendrá un sentido preciso, ya que dependerá del lugar y de la posición de cada uno, tanto en lo singular como en lo vincular respecto de todas las relaciones y contextos que el individuo ocupa. Por ello, es importante que los agentes legales tengamos presente que la tarea personal de procesamiento que el individuo intentará encarar alcanza a los efectos de acciones sociales y políticas.
La TJ entiende que la persona constituye el eje central y esencial de la planificación para la acción, abordaje y tratamiento, pero es necesario no descuidar las consecuencias que se derivan de otras coordenadas que atraviesan al sujeto, ser individual, tales como el mundo familiar, social e institucional. La consideración de estos aspectos brinda la probabilidad de encontrar, seguramente, la respuesta más adecuada a ese problema en particular, a detectar y redefinir y cuánto más, también, a facilitar la anticipación a nuevas cuestiones. Porque está claro que, para prevenir un conflicto o situación problemática, se requiere conocer la realidad que lo origina y/o condiciona en profundidad y, además, hasta se pueden construir esquemas o protocolos que nos permitan inferir, con algún grado de seguridad, una dificultad nueva o derivada del problema origen.
Por otro lado, no está de más observar que, si bien los avances de la investigación que exponemos presentan las limitaciones propias por la etapa de ejecución que se transita, aporta, no obstante, los resultados preliminares respecto de sintomatología física, psíquica, percepción familiar, falta de reinserción laboral y la percepción de la reacción del estado a la hora de considerar la incidencia de estas variables en el grupo de sobrevivientes estudiados.
Frente a ello, es necesario continuar la investigación, desarrollando a la par nuevas líneas de trabajo que profundicen sobre la problemática, con el objetivo de construir alternativas y mecanismos que ayuden a revertir los efectos negativos que las crisis de este tipo o similar pueden ocasionar en los usuarios de las normas, desactivando los prejuicios de todo tipo de prácticas y suministrando recursos simbólicos para resolver los temas planteados. En ese sentido, es importante generar espacios de capacitación para profesionales (médicos, psicólogos, psiquiatras) que realicen la asistencia. Se sabe que los sobrevivientes de catástrofes sociales vividas como traumáticas adquieren cualidades específicas que resultan de haber pasado por experiencias que tienen que ver con el binomio vida–muerte, es decir, donde la vida del sujeto es puesta en peligro, por lo que son muy cautelosos respecto de los medios de previsibilidad y simbólicos en los que confiaban antes. Por todo esto, requieren de tratamientos específicos; de lo contrario, los efectos pueden ser desafortunados.
Asimismo, destacamos la importancia de explorar un espectro amplio de intervenciones que resultan ser potencialmente prometedoras y ponen de manifiesto la complejidad y variedad de síntomas y grados de deterioro funcional que experimentan los veteranos con padecimientos causados por la guerra y que brindan una perspectiva interesante al momento de profundizar en alianzas estratégicas y que representen un modo consolidado, normativo y financiado de relacionamiento.
Entendemos que la T.J. brinda técnicas y mecanismos facilitadores para trabajar con estos problemas, poniendo el énfasis en el trabajo interdisciplinario para repensar el impacto que provocan las normas, los procedimientos y los roles legales en la vida emocional y en el bienestar psicológico de las personas destinatarias de cualquier tipo de intervención, más aún ante situaciones tan complejas como las que presentamos aquí, en donde se debe intermediar entre las secuelas que dejó el caos de la guerra y las necesidades de la persona, en un tiempo y lugar que exige el reordenamiento y/o la compensación del rastro que les dejó esa crisis extrema.
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Notas [arriba]
*Perito Psicóloga. Asesoría Pericial. SCBA. Argentina. Correspondencia: ivillemur@hotmail.com
** Claudio Edelstein. Catedrático Psicología. Universidad Kennedy. Argentina
***Saúl Flores. Catedrático Medicina. Universidad Nacional de La Plata. Argentina.
Recibido: 14-06-2021 Aceptado: 05-08-2021 –
[1] Nota: Desde 1904 la Argentina contaba con un servicio militar obligatorio para varones de 21 años. En 1973 se establece como edad de reclutamiento los 18 años (coincidente con la finalización del colegio secundario e ingreso al mercado laboral o a los estudios superiores), de modo que los soldados destinados a la misión rondaban entre los 19 y 20 años. En 1994, tras la muerte de un conscripto por vejaciones de sus superiores, el presidente constitucional Carlos Saúl Menem decretó su fin (Guber, 2004: 13).
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