Doctrina
Título:Crisis ambiental, consumismo, crecimiento demográfico y pobreza. Expresiones de un desarrollo insustentable en el tiempo e inequitativo en lo social
Autor:De Benedictis, Leonardo
País:
Argentina
Publicación:Revista Iberoamericana de Derecho Ambiental y Recursos Naturales - Número 30 - Diciembre 2018
Fecha:11-12-2018 Cita:IJ-DXLII-682
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1. Introducción
2. Crisis ambiental y consumismo
3. Crisis ambiental y pobreza
4. Pobreza y crecimiento demográfico
5. La brecha entre ricos y pobres
6. Conclusiones

Crisis ambiental, consumismo, crecimiento demográfico y pobreza

Expresiones de un desarrollo insustentable en el tiempo e inequitativo en lo social

Por Leonardo De Benedictis

1. Introducción [arriba] 

El título de este artículo sugiere la íntima relación existente entre la crisis ambiental que enfrentamos, a la que muy bien se refiere la Encíclica Papal “Laudato Si'”, el consumismo, como expresión de un consumo desmedido de bienes innecesarios, alentado sistemáticamente, a través de los medios de difusión, el crecimiento demográfico o poblacional, que naturalmente conduce a un mayor consumo, y la pobreza, que alienta al crecimiento demográfico y que da lugar a un círculo vicioso entre ambos que resulta inquietante y debemos corregir.

Cabe señalar, que hablar de las causas de la crisis ambiental que enfrentamos es introducirnos en un tema polémico que genera posiciones encontradas. Quizás no genere mayores discrepancias relacionar esta crisis con el crecimiento poblacional y el consecuente incremento de los consumos y la mayor presión sobre los recursos naturales que ello implica, tanto por su condición de proveedores de insumos para los seres humanos, como por su condición de receptores de sus residuos.

En realidad, la polémica se acrecienta cuando se habla de “consumismo”, ya que esto nos lleva a un cuestionamiento sobre los modelos de producción y consumo actuales, asociados a una forma de vida que se nos quiere imponer a través, esencialmente, de un bombardeo permanente mediático y marketinero. Se promueve un materialismo sin límites, que asocia la felicidad a la posesión de bienes materiales, y se alienta, también, un “sálvese el que pueda”, de la mano de un determinado desarrollo científico tecnológico que no pareciera estar al servicio de la gente y una mejor calidad de vida, sino al servicio de determinados intereses sectoriales que serían sus únicos beneficiarios.

La Encíclica Papal, en uno de sus párrafos, hace alusión a ello, al señalar el “consumismo extremo y selectivo de algunos”, y manifestar que “se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo”. De esta forma, la Encíclica, al poner foco en el consumismo, nos está señalando la “crisis humana” (a la que se alude) que se expresa en el avance de culturas que promueven el individualismo y la competitividad, en detrimento de aquellas que persiguen una sociedad más integrada y más solidaria y se expresa también, como se manifestara precedentemente, en el avance de un desarrollo científico tecnológico que alimenta la banalidad con espejitos de colores pretendiendo anestesiar nuestros impulsos en favor de un mundo en el que realmente podamos vivir todos mejor.

A continuación, nos introduciremos en las relaciones entre la crisis ambiental y el consumismo, el crecimiento demográfico y la pobreza, y veremos que el actual modelo de desarrollo imperante es insustentable en el tiempo e inequitativo en lo social. La idea de este artículo es alentar el desarrollo de políticas y normas de Derecho que posibiliten un cambio de rumbo que nos lleve a un verdadero desarrollo sustentable que se traduzca en una vida menos conflictiva, menos competitiva, y más pacífica y solidaria.

2. Crisis ambiental y consumismo [arriba] 

Es evidente que existen sectores sociales que pueden consumir lo necesario para tener una vida digna, otros que no pueden lograrlo y viven en la pobreza más extrema, y también otros cuyos altísimos niveles de consumo resultan, cuanto menos, ofensivos para el resto, en especial para quienes menos tienen.

Independientemente de las diferencias de consumos que se verifican según la clase social o el país al que se pertenezca, lo cierto es que hoy, desde distintos sectores y organismos que merecen respetabilidad, se viene señalando que el nivel de consumos de la humanidad excede las capacidades del planeta. Dicho de otra manera, estaríamos consumiendo más recursos naturales que los que la naturaleza puede regenerar y generando más residuos que los que esta puede asimilar, como claramente surge de un indicador de especial relevancia denominado “huella ecológica o ambiental” que creara el ing. Suizo Mathis Wackernagel en 1997 y que, en esencia, mide la cantidad de recursos naturales que consumismos y la cantidad de residuos que generamos.

Como se manifestara precedentemente, desde distintos sectores y organismos se viene alertando sobre esta problemática. A continuación, se identifican algunas alertas que, por su prestigio y seriedad, no debiéramos desatender.

Alertas del instituto tecnológico de Massachusets (MIT)

En 1972, científicos del MIT (uno de los principales centros científico tecnológicos del mundo) publican un informe denominado “Los Límites del Crecimiento” (que sufriera tres actualizaciones en 1992, 2002 y 2012). En el primer informe, se habla de límites que aún no habrían sido sobrepasados y en el siguiente, que se titula “Mas Allá de los Límites”, se pone de manifiesto que eso ya ha pasado. A continuación, se reproducen algunos párrafos del informe.

“El crecimiento de cualquier magnitud física, incluida la población humana, con sus automóviles, sus casas y sus fábricas, no pueden continuar ad eternum”.

“Los límites físicos del crecimiento, son límites de la capacidad de las fuentes del planeta para suministrar materiales y energía y de la capacidad de los sumideros para absorber la contaminación y los residuos”.

“La huella ecológica humana tiende a crecer por encima de su límite sostenible y esto, a su vez, provoca una reducción forzosa de esta huella. Este declive suele asociarse a una caída del nivel de vida medio, en forma de una menor disponibilidad de alimentos, productos industriales y servicios por habitante del mundo, o de un mayor nivel de contaminación en el medio ambiente humano”.

“La huella ecológica podría reducirse si disminuyera la población, se cambiaran las pautas de consumo, o se emplearan tecnologías que permitieran un uso más eficiente de las fuentes”.

Alertas de las Universidades de Cleveland y Hannover

En este caso, hablamos de un Informe que publicaran ambas universidades en los 70, que lleva por título “La Humanidad en la Encrucijada”, y que se manifiesta de manera similar al antes mencionado (el del MIT). Cabe señalar que ambos informes (el de las universidades y el del MIT) fueron requeridos por el Club de Roma. El Club de Roma es un grupo de pensamiento global y un centro de innovación e iniciativas que reúne personalidades de diversos ámbitos intelectuales, científicos, empresarios y políticos del mundo y fue creado en 1968. A continuación, se reproducen algunos párrafos del citado informe.

“En los últimos tres siglos, el progreso humano puede ser medido en términos de los triunfos del hombre sobre la naturaleza; nuestros éxitos han sido tan grandes que la supremacía del hombre sobre la naturaleza ha sido dada por concedida: la naturaleza no ha sido hasta ahora derrotada, pero ciertamente parece estar en retirada irreversible; en donde aún ha triunfado la naturaleza, el hombre ha considerado su control definitivo simplemente como una cuestión de tiempo”.

“En persecución irrefrenada del crecimiento económico y material, hemos puesto fe en el suministro supuestamente inagotable de los recursos naturales: alimentos, energía, materias primas, etc. Pero hemos descubierto ahora que estos recursos esenciales no están de ninguna manera en disponibilidad infinita. Aún si aceptamos como probable que se encontraran sustitutos al contraerse la provisión de recursos esenciales presentes, no podemos tener certeza alguna de que los sustitutos se encontrarán exactamente cuando sean urgentes y en las precisas cantidades necesarias. Dada esta incertidumbre, no podemos estar seguros de que el progreso continuará ininterrumpidamente y considerando la complejidad de los sistemas que gobiernan el curso de la sociedad humana, cualquier interrupción está destinada a tener graves y quizás desastrosas consecuencias”.

Alertas de los Científicos a la humanidad

La Advertencia de los Científicos del Mundo a la Humanidad fue escrita y liderada por el difunto Henry Kendall, antiguo presidente de la junta directiva de la Unión de Científicos Preocupados, que es una organización de EE.UU., compuesta de ciudadanos y científicos que están preocupados sobre temas ambientales y científicos. En 1992, esta organización, a la que se sumaron alrededor de 1600 científicos de diversos países, muchos de ellos premios Nobel, reclamaron a la humanidad que frenase la destrucción ambiental y avisaron que: “sería necesario un gran cambio en nuestra forma de cuidar la Tierra y la vida sobre ella, si quisiera evitarse una enorme miseria humana…”. 25 años más tarde, en 2017, vuelven a hacer una advertencia, en esta oportunidad, firmada por más de 15000 científicos, de la que se reproduce, a continuación, uno de sus párrafos.

“Por la presente, damos un Segundo Aviso a la Humanidad. Estamos poniendo en peligro nuestro futuro por nuestro desproporcionado consumo material y por no darnos cuenta de que el alocado crecimiento de la población mundial es el principal impulsor detrás de la mayoría de amenazas ecológicas e, incluso, sociales. Con su fracaso en limitar adecuadamente el crecimiento de la población, en reevaluar el papel de una economía enraizada en el crecimiento permanente, en reducir la emisión de GEI, en incentivar la energía renovable, en proteger el hábitat, en restaurar los ecosistemas, en parar la extinción de fauna, en frenar las especies invasivas, la humanidad no está tomando los pasos urgentes que necesitamos para salvaguardar nuestra muy amenazada biosfera”.

Alertas de los informes del Banco Mundial

El Banco Mundial, en el “Informe sobre el Desarrollo Mundial 1992”, que llevaba por subtítulo “Desarrollo y Medio Ambiente”, hacía la siguiente advertencia:

“Entre 1990 y 2030, período en que la población mundial crecerá en 3700 millones de personas, la producción de alimentos tendrá que aumentar al doble, mientras que la producción industrial y el uso de la energía se triplicarán probablemente en todo el mundo y se quintuplicarán en los países en desarrollo. Este crecimiento trae consigo el riesgo de un deterioro ambiental abrumador”.

También, hacía una consideración que resulta de interés reproducir, atendiendo a quién lo dice (se trata de resaltar que los mercados, actualmente endiosados por muchos, no son medios aptos cuando hablamos de protección ambiental). Una verdadera curiosidad viniendo del Banco Mundial:

“En el curso de las dos últimas décadas el mundo ha aprendido a recurrir mas a los mercados y a depender menos de los gobiernos en la tarea de promover el desarrollo, pero la protección ambiental es un campo en el que los gobiernos deben seguir representando un papel principal. Los mercados privados ofrecen escasos o nulos incentivos para reducir la contaminación”.

Avanzando hacia el Informe de 2001, se puede observar que, evidentemente, a juicio del Banco Mundial, la situación ambiental se ha agravado y se pone de manifiesto, en consecuencia, que:

“Se ha alcanzado un ritmo alarmante de degradación ambiental y en algunos casos incluso se acelera […] En todo el mundo desarrollado, los problemas ambientales imponen fuertes costos humanos, económicos y sociales y amenazan los cimientos de que depende el crecimiento y, en última instancia, la supervivencia”.

Alertas de la Encíclica Papal “Laudato si'”

Laudato Si' es una encíclica que el Vaticano emitió en el año 2015 y que está destinada, esencialmente, a hacer tomar conciencia de la crisis ambiental en la que estamos inmersos (la Encíclica habla de “crisis ambiental”), a tener en cuenta las causas de la misma, y a identificar vías de solución, que no solo deben venir desde lo tecnológico, propiciando una producción más limpia, sino desde lo cultural, promoviendo una sociedad menos apegada al consumismo y la competitividad, y más apegada al consumo responsable y sustentable y a la solidaridad. Resulta oportuno reproducir los siguientes dos párrafos por ser una dura advertencia contra el consumismo extremo, sus efectos y significado.

“Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos, es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo”.

“El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecno económico. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero”.

3. Crisis ambiental y pobreza [arriba] 

Dejando momentáneamente de lado las inquietudes y controversias que genera el “consumismo” en su relación con los deterioros del planeta, resulta pertinente pasar a considerar ahora a la relación de estos (los deterioros del planeta), con la pobreza. Para ello, interesa tomar en consideración algunas apreciaciones que se hacen en el Informe del Banco Mundial sobre Desarrollo y Ambiente que mencionamos en el punto precedente. A continuación se reproducen algunos de sus párrafos:

“La estrecha vinculación entre la pobreza y los problemas ambientales constituye un argumento convincente en favor de una mayor ayuda para aminorar la pobreza y desacelerar el crecimiento de la población, así como de la conveniencia de abordar el problema del deterioro ambiental que perjudica a los pobres”.

Como vemos, en este párrafo se vincula a la pobreza con el deterioro ambiental, aunque sin dar mayores precisiones sobre el tema, y se intenta vincular el crecimiento poblacional con la pobreza. También, identifica a los pobres como generadores y a su vez víctimas del deterioro ambiental, como se expresa en el párrafo siguiente:

“El rápido crecimiento de la población puede exacerbar los efectos de la pobreza y el deterioro ambiental, que se refuerzan mutuamente. Los pobres son tanto las víctimas como los agentes de ese deterioro. Debido a que carecen de recursos y tecnología, los agricultores ávidos de tierra recurren al cultivo de laderas montañosas propensas a la erosión y se trasladan a zonas de bosques tropicales, donde los rendimientos de los cultivos en los campos desbrozados, por lo general disminuyen abruptamente tan solo en unos pocos años. Las familias pobres, con frecuencia tiene que atender necesidades urgentes a corto plazo y esto las lleva a abusar del capital natural, por ejemplo, a través de una tala excesiva de árboles para leña, sin reemplazar los nutrientes del suelo”.

4. Pobreza y crecimiento demográfico [arriba] 

Para relacionar la pobreza con el crecimiento demográfico, podemos ir al Informe del MIT sobre “Los Límites del Crecimiento” que, en su versión de 2012, formula la siguiente pregunta: “¿es la pobreza la que hace que crezca la población o es el crecimiento de la población el que origina la pobreza?”; y a modo de respuesta, nos habla de un ciclo de población y pobreza que se realimenta bajo la fórmula: “más pobreza comporta más población, que a su vez comporta más pobreza. Pero menos pobreza comporta la desaceleración del crecimiento de la población”. Lo cierto es que los mayores crecimientos demográficos se verifican en los países en desarrollo, mientras los menores en los países desarrollados, lo cual nos lleva a la conclusión que la pobreza es el principal alimento del crecimiento demográfico (independientemente del ciclo de retroalimentación mencionado). Consecuentemente, combatir la pobreza se convierte en un objetivo plausible, no solo desde el punto de vista ético, sino también desde el punto de vista ambiental.

Es cierto que el combate de la pobreza registra una significativa prioridad dentro de los denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio (que vencieron en 2015) y los subsiguientes Objetivos de Desarrollo Sustentable del Milenio (que vencen en 2030), que instaurara la ONU para el siglo XXI. También, pareciera cierto que, a nivel mundial, se vienen obteniendo resultados plausibles en relación con ese objetivo. Sin embargo, como se verá seguidamente, la brecha entre ricos y pobres crece y la pobreza extrema sigue presente de manera demasiado notoria, lo cual genera incertidumbres e inquietudes sobre la evolución de esta situación.

5. La brecha entre ricos y pobres [arriba] 

Conforme a la relación de la pobreza con los deterioros ambientales e ingresando, por esta vía, a la brecha entre países ricos o desarrollados y países pobres o subdesarrollados (o en desarrollo, como se los intenta calificar para emplear un término menos ofensivo) y entre personas ricas y personas pobres, me parece muy conveniente hacerlo desde la visión del Informe del MIT, particularmente del último de ellos (versión 2012). ¿Por qué esta opción? Por tratarse de un informe que no fue elaborado por un partido político o un grupo identificado con determinado posicionamiento ideológico/partidario. Por el contrario, el informe proviene de un centro académico y de desarrollo científico tecnológico de primer nivel, existente en EE.UU., todo lo cual nos induce a pensar en su mayor objetividad. Para ello, he seleccionado una serie de párrafos del informe que se reproducen seguidamente:

“El crecimiento es necesario para acabar con la pobreza. Esto parece evidente. Pero los numerosos defensores de esta aseveración ya no consideran tan evidente el hecho de que el crecimiento en el sistema económico, tal como está estructurado actualmente, acabe con la pobreza. Al contrario, los modos de crecimiento actuales perpetúan la pobreza y ensanchan la brecha entre ricos y pobres”.

“En el sistema económico vigente, el crecimiento económico suele producirse en los países que ya son ricos y fluye desproporcionadamente a las personas más ricas de esos países”.

“De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en 1960 el 20 % de la población mundial que vivía en los países más ricos tenía una renta per cápita 30 veces superior a la del 20 % que vivía en los países más pobres. En 1995, la proporción entre las rentas medias del 20 % más rico y del 20 % más pobre había aumentado de 30 a 82. En Brasil, la mitad más pobre de la población percibía el 18 % de la renta nacional en 1960 y solo el 12 % en 1995. El 10 % más rico de los brasileros percibían el 54 % de la renta nacional en 1960 y el 63 % en 1995. El hogar medio africano consumía, en 1997 un 20 % menos que en 1972. Un siglo de crecimiento económico nos ha dejado un mundo de enormes disparidades entre ricos y pobres”.

“La distribución mundial de riqueza y oportunidades está extremadamente sesgada. El 20 % más rico de la población mundial controla más del 80 % del producto bruto mundial y consume casi el 60 % de la energía comercial mundial (Fuente Banco Mundial)”.

“El crecimiento de siempre ha ampliado la brecha entre pobres y ricos. La continuidad del crecimiento de siempre nunca cerrará esa brecha. Para ello es necesario cambiar la estructura del sistema, es decir las cadenas de causas y efectos”.

“¿Cuál es la estructura que hace que siga ensanchándose la brecha entre ricos y pobres incluso en un período de enorme crecimiento económico? La primera tiene que ver con mecanismos sociales -algunos comunes a muchas culturas, otros exclusivos de determinadas culturas- que otorgan sistemáticamente a los privilegiados el poder y los recursos para adquirir todavía más privilegios. Los ejemplos incluyen desde la discriminación étnica abierta o encubierta hasta las ventajas fiscales para los ricos; desde la inferioridad de la nutrición para los niños de los pobres hasta las mejores escuelas para los hijos de los ricos; desde el empleo del dinero para obtener influencias políticas, incluso en las democracias, hasta el mero hecho de que los pagos de intereses fluyen sistemáticamente de los que tienen menos dinero del que necesitan a los que tienen más del que precisan”.

“En términos sistémicos, a estas estructuras las denominan ciclos de realimentación de “fortuna para los afortunados”. Son ciclos positivos que facilitan a los afortunados los medios para hacer fortuna. Suelen ser endémicos en toda sociedad que no establece conscientemente estructuras de contrapeso para igualar las condiciones. Estas estructuras perpetúan la pobreza, el crecimiento demográfico y la tendencia del sistema mundial a sobrepasar sus límites. Es preciso cambiarlas si queremos alcanzar un mundo sostenible. Estas estructuras que perpetúan la pobreza derivan del hecho de que a las poblaciones ricas les resulta más fácil ahorrar, invertir y multiplicar su capital que a los pobres. No solo tienen los ricos más poder para controlar las condiciones del mercado, comprar nuevas tecnologías y reclamar recursos, sino que, además, varios siglos de crecimiento les han permitido crear grandes existencias de capital que se automultiplican”.

Estos párrafos ponen de manifiesto que la brecha entre ricos y pobres aumenta y que ello obedece a condiciones estructurales que, de no cambiarse, no se lograrán mejoras al respecto. Es una obviedad decir que esta situación no nos lleva a un mundo mejor, sino a un mundo más conflictivo.

6. Conclusiones [arriba] 

Siendo que la información que maneja el Informe del MIT, considerado precedentemente, nos habla del crecimiento de la brecha entre ricos y pobres, podemos adoptar dos actitudes: creer o no creer que ello sea sí. Personalmente, creo en todo lo que se ha dicho y mis años de vida me han permitido ver que, efectivamente, la brecha o diferencias entre la situación económica de los más ricos y la de los más pobres, al menos en mi país, se ha incrementado notablemente en las últimas décadas, sobre todo a partir de los 90 (siglo XX). Cuando en el informe se habla de “las mejores escuelas para los ricos”, pienso en los tiempos de mi niñez y juventud y en la escuela pública de aquellos tiempos. A ella iban los hijos de ricos y pobres, no había distinción, y consecuentemente podíamos verificar que esa igualdad de condiciones educativas daba lugar a una movilidad social realmente ponderable. En la actualidad, en cambio, la escuela pública ha ido perdiendo terreno en favor de la privada y las diferencias entre unas y otras son muy notables. De esa comunidad escolar, que usaba guardapolvos blancos que uniformaban y evitaban diferenciaciones enojosas/ofensivas, se ha pasado al uso de uniformes y emblemas que, en lugar de uniformar, señalan/marcan diferencias y modalidades de exclusión lamentables.

Surge, de todo lo expresado precedentemente, que existe una íntima relación entre la pobreza y el crecimiento poblacional, y entre este y el incremento de los consumos y su expresión extrema, el consumismo, lo cual nos ha conducido a la crisis ambiental actual. Lo concreto es que el nivel de consumos que hoy tiene la humanidad está por encima de las capacidades/posibilidades que brinda el planeta, lo cual hace que no pueda sustentarse en el tiempo y que se termine afectando a las generaciones venideras, en la satisfacción de sus necesidades. Si a ello le agregamos la inequidad social que reflejan dichos consumos, queda claro que el modelo de desarrollo actual es lo contrario al desarrollo sustentable que se viene promoviendo. Podemos permanecer indiferentes ante estas realidades, podemos confiar en que otros se ocuparan de darles solución, o podemos advertir que la solución debemos darla todos y cada uno de nosotros. Sin duda, es la última opción la que nos permitirá cambiar el rumbo y dirigirnos a una vida mejor.